“Ausencia de actividad cerebral, registrada por el EEG como ausencia de actividad eléctrica en el cerebro. Indica muerte cerebral”
En otras palabras y que todos entenderemos mejor, Valencia CF y su círculo rector. No llego a otra conclusión que no sea esta, la de muerte cerebral de un equipo que han dejado sin cabeza y sin vida.
Desde el primero hasta el último. Da igual que el jugador venga con potencia, vigorosidad o ganas, acaba siendo un ser inerte y sin vida que responde a automatismos y frases vacías de contenido. Dentro de poco dejaremos de oír palabras para que nos retumbe en cada rincón un pitido que indique la muerte a la que han llevado esta institución.
Todo el mundo mira hacia otro lado, es la tónica más repetida desde hace tres años en este Valencia. Nadie se responsabiliza ni habla claro de lo que está ocurriendo de verdad ahí dentro, y es que pienso que como cuesta informar a la familia de un paciente cuando el sonido se vuelve homogéneo, cuesta que a nosotros, que somos esa familia, alguien nos diga que lo único que queda vivo somos nosotros, pero que el Valencia está muerto.
Se pierden siete partidos seguidos (entre el final de la horrible temporada pasada y esta) y el entrenador ofrece un discurso frio, ramplón y alejado de la muerte que todos vemos partido a partido en el estadio. “Piiiiiiiiiip” resuena la sala de prensa. Ni siquiera considera que su futuro pueda estar en peligro. Apaga, aunque ya esté apagado, y vámonos. Los jugadores ídem de lo mismo, “que si estamos con Pako”, “vamos a sacar esto adelante”… pero lo siento, no veo ni un atisbo de rabia ni de orgullo herido en todo esto.
Somos el peor colista de toda Europa junto con el Werder Bremen y el Sr. Lim, que según lo que todos creímos, o nos hicieron creer, invirtió su dinero en este club, no contrata a aquel maravilloso traductor de Neville de voz amable para “ca… en la p… m…” de alguien mientras pega puñetazos en la mesa que eso es idioma universal. Él ya está haciendo su negocio, la muerte y el orgullo de ese escudo no le importa en absoluto.
A la vista de esto, definitivamente y con un pesar dentro de mí que me quita muchos días el sueño, a nivel institucional y deportivo somos un claro caso de un cuerpo como vehículo con un electro encefalograma plano. Planísimo.
Hemos caído en un abismo de irresponsabilidad, de egos personales, de falta de jerarquía, de pollos sin cabeza.
Mientras ellos, muertos vivientes ajenos a este dolor que sufrimos los que somos el Valencia, continúan su camino sin pena ni gloria, y muchos cada vez con más dinero en el bolsillo, nosotros nos llenamos de pena y de rabia de ver lo que están haciendo con el equipo de nuestras vidas. Y ya no es por perder, porque yo vine al mundo señores con mi Valencia tocando el pozo de la segunda división. Es por la falta de alma y de alguien ahí dentro que esto le duela y lo sienta como los que reservamos un pellizco de nuestros ahorros para permitirnos el lujo de ir cada domingo a Mestalla.
Definitivamente y después de muchos meses y ya con una situación deportiva agónica, de este Valencia CF, de este trozo de mi vida, solo quedamos vivos nosotros. Solo a nosotros, a los del Valencia de toda la vida, nos produce descargas cerebrales la situación. Somos la única esperanza que le queda a ese precioso escudo que adorna la Avenida de Suecia y que a gritos nos pide que nosotros que lo sentimos, hagamos algo con este coma profundo en el que ha caído. Hoy no sé ni cómo, porque el pitido va haciendo efecto en todos, pero desde luego si con la certeza de que somos el trozo de vida y de sentimiento que el Valencia CF necesita. Que el Valencia, ahora más que nunca, SOMOS NOSOTROS.